La era del número de seguidores como métrica principal llegó a su fin. En 2025, las marcas priorizan la conexión real con comunidades específicas, y los microinfluencers —usuarios con entre 5 000 y 50 000 seguidores— se han convertido en los nuevos protagonistas del marketing digital. Un ejemplo contundente: una nutricionista mexicana con apenas 8.7 mil seguidores firmó un contrato por $25 000 pesos para publicar solo tres Stories en Instagram.
Su propuesta fue directa y basada en datos: “Puedo generar 400 ventas en 24 horas con mi audiencia de mamás fitness mayores de 35 años”. La marca de colágeno con la que colaboró confirmó un retorno de inversión (ROI) de 1:9, es decir, por cada peso invertido recuperó nueve. Este tipo de resultados ha cambiado la forma en que las empresas diseñan sus campañas de influencia.
Las métricas que hoy determinan el valor de un creador no son los likes ni los seguidores, sino el porcentaje de engagement, la coherencia de su audiencia y la capacidad para detonar conversación y acción. Las agencias reportan que las colaboraciones más rentables provienen de perfiles con tasas superiores al 7 % de interacción, muy por encima del promedio general.
El auge de los microinfluencers responde también a la saturación del mercado macro. Los grandes nombres siguen dominando la visibilidad, pero no siempre la conversión. En contraste, los creadores pequeños mantienen vínculos más genuinos y segmentados, capaces de influir directamente en decisiones de compra.
Este fenómeno ha transformado el marketing en redes sociales. Las marcas ya no buscan celebridades digitales, sino especialistas con credibilidad en nichos concretos: salud, bienestar, finanzas personales, crianza, tecnología o alimentación. Un solo Story bien dirigido puede superar el impacto de una campaña tradicional de pago en medios.
Los profesionales del sector recomiendan a los nuevos creadores estructurar un media kit de una página, que incluya métricas básicas, descripción del público y resultados de campañas previas. A esto se suma una estrategia de cold outreach, es decir, contactar directamente a las marcas con propuestas personalizadas que muestren datos y valor, no solo estética.
El cambio de paradigma también impulsa la transparencia: las marcas exigen reportes de resultados y comprobación de ventas o clics. En respuesta, los microinfluencers están profesionalizando su labor, utilizando calculadoras de tarifas y contratos estandarizados que aseguran relaciones sostenibles.
En un entorno donde la autenticidad se ha convertido en el nuevo activo, el éxito ya no depende del tamaño de la audiencia, sino de la confianza que genera. El mercado mexicano de marketing de influencia proyecta un crecimiento del 30 % anual, impulsado por esta tendencia hacia lo pequeño pero efectivo.